Esto no es inventar.


Esto no es inventar como muchos suelen hacer metiendo la pata en el gazpacho. Esto es estar documentado y muy preparado para hacer toda una gran obra de arte como lo ha hecho la Hermandad de Las Cigarreras. Enhorabuena.

Nicolas Antonio.


Nació esta eminencia llamada Nicolás Antonio en Sevilla el 28 de Julio de 1617 y falleció en Madrid el 13 de Abril de 1684, famoso erudito e iniciador de la bibliografía española moderna. Todo un orgullo para Sevilla en contar entre sus hijos con el primero de los bibliógrafos que han existido en el mundo.

 La obra de Nicolás Antonio es Bibliotheca Hispana Vetus, índice bibliográfico de los escritores españoles desde la época de Augusto hasta el año 1500.

Nicolás Antonio reseñó los libros. Pero lo más increíble fue que los estudios, contrastando la autenticidad o falsedad de crónicas medievales que muchos daban como verdaderas. Eminencias y de las grande (no como hoy, que cualquiera escribe un libro y Dios se cree).

El médico Juan de Aviñón.


El casi olvidado, como casi todo en nuestra sociedad cada vez más estresada médico Juan de Aviñón, hombre de ciencia y médico asistió a los sevillanos de la terrorífica epidemia de 1361 de tifus. Para al año siguiente volver a ser golpeada la ciudad con la epidemia de fiebres cuartanas y en 1363 de viruelas, siendo la más grave de todas según el médico la de 1381, de cólera, que entró por Niebla llegando a Sevilla donde murieron bastante gente.

Importantísima fue la obra que Juan de Aviñón nos dejó, Sevillana Medicina, la cual gracias al médico humanista sevillano Nicolas Monardes nos ha llegado a todos. Obra editada en el siglo XVI y traducida al castellano por el propio Monardes, en la que se trata de tres aspectos: el médico, el higiénico-dietético y el antropológico. Como también otros aspectos médicos de gran importancia como son la muerte, las epidemias, enfermedades etc. Sin duda alguna, una maravilla de la literatura.


Los Tartesios y Sevilla.


Se cita en la Biblia (el libro más leído del mundo) a los tartesios como el pueblo que explotaba las minas de cobre de Tharsis, los que hicieron donación de una bella mesa de bronce para el templo de Jerusalén construido por Salomón.

 De este pueblo tartésico se ha hablado mucho. Pero aún no se conoce lo suficiente de él, diciendo algunos historiadores que llegó mil quinientos años antes de Cristo procedente de África y otros, que los tartesios son los últimos supervivientes del continente hundido de la Atlántida (todo un misterio como la Madrugá sevillana que no se arregla).

Los tartesios en Sevilla erigieron sepulcros de muy grandes dimensiones de piedra, llamados <<de corredor>>, estando uno enterrado en el subsuelo de la Puerta de Jerez. Y no nos podemos olvidar del gran tesoro del Carambolo que dejaron en Sevilla, el que fue encontrado el 30 de Septiembre de 1958, en el campo de tiro Pichón del Carambolo, el que fue escondido por los tartesios para evitar a buen seguro la pérdida del mismo por alguna batalla, toda una joya digna de ser admirada que se compone de brazalete, pectorales, placas de cinturón y collar.

Tesoro encontrado en Camas en 1958, estando formado por 21 piezas de oro de 24 quilates (y no del que cagó el moro).

Amor.

Amor, ese que dentro de poco saldrá del Salvador, y muchos se olvidarán de Él hasta el próximo año, cuando el Amor nunca, nunca hay que olvidarlo.

Te vas.


Te vas de este mundo expirando en Triana y en ella resucitas, para quedarte por siempre entre Sevilla y Triana.

Y descendido.


Y descendido fue de la Cruz un Jueves Santo en Sevilla, para Resucitar en esta bendita Tierra de María Santísima. Donde huele a Gloria todos los días del año.
           
 

Muchos cofrades.


Y dijo el bohemio: Muchos cofrades y casi todos a lo mismo, a meterse en la vida del otro en vez de preocuparse por la gran historia de sus Cofradías.

Tras de ti.


Tras de ti van en penitencia los Nazarenos de San Vicente para aliviar tu caída. Siempre en silencio y a la espera de ver como te levantas, porque aunque caído vallas por Sevilla, los Nazarenos de San Vicente, a ti levantado te ven.