El amor.


Se define últimamente mucho al amor. Pero creo que el verdadero amor es aquel en el que no hay intereses ninguno por ambas partes. Si lo hay no es amor, es puterío.

El Pendón de San Fernando.



El histórico Pendón de San Fernando entró con el Rey el 23 de Noviembre de 1248 en la Reconquista de Sevilla, y el mismo día ondeó en el minarete de la mezquita mayor, hoy conocida como la Giralda, en señal de que Sevilla estaba bajo el poder de los cristianos.

En su origen el Pendón estaba formado por cuatro cuarteles de castillos y leones, los que representaban las coronas de Castilla y León en un paño carmesí confeccionado en seda. Este Pendón desde 1671, año que fue canonizado San Fernando forma parte de las reliquias que conserva la Catedral de Sevilla.

Por la antigüedad y mal estado de conservación en que se encontraba el Pendón, fue restaurado en 1999 por el Instituto Andaluz el Patrimonio Histórico, consintiendo esta restauración en la limpieza y consolidación del soporte de seda que se caía. Año este que se puso en una vitrina preparada para su conservación, por lo que el Cabildo decidió hacer una réplica del mismo para ser usado en las procesiones anuales en vez de la histórica pieza.

El Ángel de la Guarda de Murillo.



Más de una vez hemos dicho que la Catedral de Sevilla es más que un Museo, tiene obras tan magníficas que hacen de ella una importantísima pinacoteca. Una vez más pondremos como ejemplo esta sublime obra del afamado y único pintor sevillano, Bartolomé Esteban Murillo, su Ángel de la Guarda de la Catedral sevillana, obra realizada hacia 1665-1666.

La pintura fue realizada para el Convento sevillano de los Capuchinos, siendo regalada en 1814 por la comunidad de los Capuchinos al Cabildo de la Catedral en agradecimiento por haber custodiado sus murillos antes de trasladarlos a Gibraltar para que no fueran expoliados por los mamones franceses. Cuadro que parece ser, para su realización Murillo pudo basarse en una estampa del italiano Simone Cantarini.

Como vemos en la foto, se representa al Ángel de la Guarda de aspecto joven y bello de la mano de un niño, y con la otra mano señala la luz que viene del cielo, que junto con la oscuridad del cuadro destacan las dos figuras. El Ángel viste túnica con tonos dorados y un mantolín de color rojo oscuro, y el niño una túnica blanca. Tanto el Ángel como el niño se están mirando, una mirada que tiene vida, la que el genial artista sevillano con sus pinceles daba a sus obras como esta, una de las más bellas sin duda alguna de toda su producción por la belleza representada en el rostro del Ángel y el Niño, los que cuando se observan parecen estar completamente vivos.

El árbol de la ciencia.


Es de los libros que me atraparon como la vida lo hace cuando nacemos, para bien o para mal. Y cada vez que lo vuelvo a leer más conclusiones saco de la vida, una obra maestra de la literatura que se debería de leer.