La leyenda de la gitana con el pintor Murillo.



Fue el genial pintor Murillo protagonista de una de tantas leyendas que han llegado hasta nosotros, las que muchos eruditos historiadores no le echan mucha cuenta ni falta que nos hace para seguir respetando a las leyendas y sobre todo  a la historia, que también forman parte de esta.

Cuentan que una vez, paseando el pintor sevillano por los alrededores de la gigantesca Catedral de Sevilla, se le acercó una gitana que se aventuró a leerle su destino, la que al momento asustada le miró a los ojos y le animó a no acudir a ninguna boda, porque en una de esta estaría su trágico final. Dicen que, además de ferviente hombre de fe, era bastante supersticioso, llegando a rechazar alguna invitación por miedo a que se cumpliera la profecía. Como vemos, esto de las supersticiones no sólo fue de aquella época, hoy también siguen entre nosotros.

Pasado un tiempo y entrado ya en años Murillo, le llegó un encargo del Convento de los Capuchinos de Cádiz para revestir del arte de sus pinturas el retablo mayor de la desaparecida Iglesia de Santa Catalina. Por este encargó el artista sevillano se quedó durante un tiempo en el mismo convento donde daría sus últimas pinceladas de ensueño. Y el trágico destino que ya le dijo la gitana se cumpliría, no como marido ni padrino, no, como autor del cuadro de una boda, que era Santa Catalina en su divino compromiso con el mismísimo Dios.

Los desposorios místicos de Santa Catalina representa el momento en el que una corte de seres celestiales imponen la corona y un anillo en el dedo a la Santa. Una boda espiritual y que Murillo no pudo terminar en la Iglesia de Capuchinos de Cádiz por tener que volverse a Sevilla con grandes dolores al caerse de un andamio cuando estaba pintándola. Hay que decir, que el artista sevillano no murió en el momento, pero dejó desde ese momento de pintar hasta su muerte.  Como ven, el destino que le predijo la gitana se cumplió.