El Castillo que tuvo Triana.


Fue una fortaleza de las más inexpugnables que contaba la ciudad, poseyendo grandes reductos, puentes levadizos, plazas de armas, barbacanas, foso ancho y varias torres, todas dispuesta de forma estratégica para cualquier asalto.

Curiosa fue la longitud del foso, que partiendo del Castillo y continuando por la calle San Jacinto llegaba hasta la Cava, hoy Pagés del Corro. Sin dejar de ser menos curioso el canal que tenía para valerse de las aguas del Guadalquivir que iban al foso del Castillo.

En este Castillo cuando entró el Santo Rey Fernando III en Sevilla fundó en él una Parroquia dedicada a San Jorge. Originando esta advocación el hecho de haber entregado la guarda de la fortaleza a los caballeros militares de San Jorge que le acompañaron en la Reconquista.

En el Castillo de Triana se instalaron las cárceles, tribunas y morada de los inquisidores, permaneciendo hasta 1656, que a consecuencia de una riada tuvieron que trasladarse a la antigua calle Real de San Marcos, para una vez solucionado el problema volver otra vez a su primitivo sitio. Pero concedida la nueva morada al Tribunal de la Inquisición, éste lo abandonó el 30 de Noviembre de 1785, siendo el Castillo donado a la Ciudad de Sevilla por el Rey con el fin de abrir vía de comunicación desde la Plaza del Altozano a la calle Castilla, proyecto que no se llevó a cabo igual que hoy otros tantos tampoco se llevan, quedando todo convertido en un extenso solar hasta 1822, que el Asistente de Sevilla don José Aznares y Navarro, hizo hacer en este sitio la Plaza de Abasto, la cual quedó inaugurada el 13 de Marzo de 1825. De Castillo a Mercado de Abasto. Pero con una historia atrás grande, como Sevilla misma.

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