El cura de San Gil que fue enterrado vivo fuera de la Iglesia.


Fue en una de las audiencias públicas dada por el rey  D.Pedro I el Justiciero, cuando recibió la visita de varios vecinos de la Parroquia de San Gil, quienes pusieron en conocimiento del rey que había fallecido en la Parroquia un pariente cercano de los mismo y el cura se había negado a darle cristiana sepultura por carecer de bienes y fortuna la familia. Así fueron muchos al igual que hoy.

Luego dirán mucho curitas que siempre fueron de humilde y con el pueblo, cuando eso no se lo creen ni ellos mismos, aquí una vez más se puede demostrar el interés de éstos por los bienes de los demás.

Cuando el rey D.Pedro se enteró de la reclamación de los vecinos ordenó que al día siguiente comparecieran los denunciantes en la plaza de San Gil, donde el mismo haría justicia. Tal determinación del monarca causó un revuelo por todo el vecindario de San Gil, cuyos vecino esperaron con ansias tan señalado día. Llegando la hora fijada por el rey  D.Pedro se presentó en la Iglesia San Gil y ordenó al cura que mandase cavar una fosa delante de la puerta del templo. Abierta la fosa el cura de San Gil como los parientes del difunto esperaban con impaciencia oír la voz de  D.Pedro, cuando de pronto todos asustados empezaron a escuchar la orden del rey mandando que el cura fuese enterrado vivo en la fosa abierta a su presencia, y los restos del cadáver por la negativa del curita recibieran cristiana sepultura dentro de la Iglesia de San Gil. Toda una lección que aunque parezca dura, habría que dársela a más de uno.

Retrato de 1857 de Pedro I en el Consistorio hispalense. Estuvo en la galería del Palacio de San Telmo y fue una donación de la Infanta doña María Luisa Fernanda. 


Iglesia de San Gil.

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