Cuenta una curiosa leyenda, que en el siglo XIII un peregrino gallego salía de la localidad portuguesa de Barcelos, (no confundan con la cadena de hoteles) camino de Santiago de Compostela y en una posada fue acusado de robar una vajilla de plata al cacique.
El buen peregrino fue condenado a la horca y, como última voluntad, pidió que lo llevaran ante el Juez que en ese momento estaba comiendo un gallo asado (no pollo). El peregrino le dijo sin pensárselo, que el gallo se levantaría y se pondría a cantar del plato dónde estaba asado, por lo que el juez rompió a carcajadas pero cuando estaba siendo ahorcado en la plaza el gallo se levanto y cantó, lo que hizo correr al juez hacia la plaza y descubrir que el gallego se había salvado por un nudo que estaba mal hecho.
El buen peregrino volvió años más tarde para esculpir el crucero del Señor del Gallo, el que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico de Barcelos. Figura esta la del Gallo de Barcelos más conocida como el Gallo de Portugal, ese que si usted no lo ha visto en su casa no ha tenido infancia y del que dicen que tener uno de estos gallos trae buena suerte, (hoy haria falta en cualquier caso no uno sino mil gallos, y más en España.
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