La maldad.


La maldad de muchos imbéciles por día me asusta más, una maldad tan concentrada que hasta contagia a los buenos. Esos que aman a la vida y al ser humano, y no al cacique empresario de misas casi a diario o al tonto posicionado haciéndole la pelota para conseguir algo, un algo, que seguro no es ni la vida ni el ser humano.

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