Aquel hombre.
Miraba a su alrededor y veía como su cuerpo se apagaba ante la juventud que lo rodeaba, se hundía, enmudecía y se perdía en la melancolía de la noche y el silencio sepulcral de si mismo.
Los recuerdos lo herían como un puñal a una Dolorosa. Su depresión por la pérdida de su mujer y no tener hijos, hasta lo hacían creerse setir culpable de un nada que el destino así lo quiso.
Los recuerdos lo herían como un puñal a una Dolorosa. Su depresión por la pérdida de su mujer y no tener hijos, hasta lo hacían creerse setir culpable de un nada que el destino así lo quiso.
Pero cuando vio que su amor se acercaba a paso suave llevada por Ángeles, se dio cuenta en la mirada de que algo le decía a través de su Virgen su otro amor, su mujer. Momento que el buen hombre rompió a llorar y se dijo en alto para sus adentros: ahora sé que a las dos os tendré cuando me llegue mi hora de partir hacia tu Casa, lo sé, pero este momento me hace ver que no estoy tan mal como creo ni como dicen por ahí, y si lo estuviera bendita seas por siempre Macarena, que mirándote a la cara te digo una y mil veces, que si esto es sufrir y sentirse perdido en la melancolía llámame cuando quieras, pero mientras déjame que te acompañe tras tu manto verde lleno de Esperanza y cumplirle a mi mujer lo que a través de tu mirada me ha pedido, Macarena.
Foto de Peña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario