El tiempo.


El tiempo.

Es el tiempo algo tan nuestro, que nada más al nacer lo llevamos para siempre con nosotros. Tan preciado y cotizado antes como hoy, sigue siendo el tiempo y no el tabaco el que más mata por las prisas, no querer llegar tarde y no querer en algunos momentos que pase. El tiempo, dichoso tiempo.

Y hablando del tiempo, siempre me extraña cuando le preguntamos a alguien si tiene hermanos y nos dice; no, soy hijo único, no es el que nos dice esto hijo único, ninguno somos hijos únicos, todos somos hermanos del tiempo, porque  sin el demostrado está, que no podemos vivir, ¿no ha escuchado usted casi a diario decir a algún amigo; me voy que no tengo tiempo?.  El tiempo, dichoso tiempo y hermano de todos que a la larga nos pasará factura.

Hay que reconocer, o mejor dicho admitir, que tenemos que estar con el tiempo hasta que nos vayamos de él,  igual que la vida, la cual también es tiempo porque pasa. Le encuentro tan pocas cosas buenas al tiempo, que me atrevería a decir, que para lo único que vale es para marcar las jornadas de trabajo y los muy cabrones empresarios se aprovechen aún más de lo que ya lo hacen. El tiempo, dichoso tiempo.

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