Restaurantes para imbéciles.


Restaurantes para imbéciles.

Hace tiempo, que no entro en uno de estos restaurantes para imbéciles. Me explico. No es normal que el anormal de la puerta, camarero, maître o lo que sea al entrar uno con su mujer le digan antes de buenas tardes o buenas noches, ¿tenéis mesa reservada? Pues no capullo, ¿no nos ve que somos nuevo?. Manda cojones con la confianza en que te hablan y el poco respeto hacia unos clientes, es como si te conocieran de siempre o el camarero y la camarera se hubiesen acostado con uno.

Estos restaurantes para imbéciles, son esos donde está casi pijolandia entera. Pero más aparentando comer que otra cosa, porque lo que es comer se come lo que se comió Mahoma...Ya lo saben. Por ejemplo sus cartas suelen ser de piel y muy atractivas para no desentonar con el imbécil, que cree que por la carta ya comerá mejor, cuando le van a meter un clavazo que soñara más de un mes con la presentable carta y la madre del camarero pesado, que solo hace incordiar en la mesa diciendo todas las delicatessen que el restaurante para imbéciles tiene. A mi más de una vez me han puesto tan nervioso, que he dicho; traigame la carta entera.

Bueno, y para terminar hablaré un poco de la comida, poco al igual que  te sirven su delicada gastronomía, que esa es otra grandísima imbecilidad de estos restaurantes. Donde le ponen a uno un plato tan grande, tan grande, que entran ganas de cogerlo y tirárselo al cocinero en la cabeza, un plato muy decorado eso sí. Pero yo particularmente no como con una hortera decoración, que cuando te pones a comer tarda más en buscar el solomillo perdido entre hojas que en disfrutarlo.  En fin, que los que verdaderamente disfrutan en estos restaurantes para imbéciles son los propietarios, los que te la meten doblada según tengan el día con su queridísima esposa.

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