Tuvo Victor Lustig una vida bastante agitada, casi de película podríamos decir, quien nació en 1890 en lo que era entonces el Imperio Austrohúngaro. Un personaje que fue buscado por muchísimos policías de varios países.
Fue Victor Lustig un gran estafador, tanto que hasta estafó al mismísimo y temido Al Capone. Pero si tuviéramos de todas las estafas quedarnos con una nos quedaríamos con la de la Torre Eiffel, que él mismo vendió.
Como sabemos, la Torre Eiffel había sido construida para la Exposición de París de 1889, y la que pasado unos años no se ponían de acuerdo sobre su destino. Es en ese tiempo, cuando el pícaro estafador de Lustig acompañó a unos señores de negocio haciéndose pasar por un funcionario francés para vendérsela como una gigantesca colunma de chatarra, inventándose más de una mentira para despistar a algunos de los señores que tenían alguna duda. Tan estafador fue, que en 1936 escribió una lista de las normas que debe seguir cualquiera que desee convertirse en estafador. Como verán, nuestro personaje no tenía ni un pelo de tonto.
Hoy nuestros políticos han superado a Victor Lustig en el arte de estafar.
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