La tumba de San Pedro.


Fue allá por el pontificado de Ceferino (198-217), cuando el presbítero Gallo confirmó que San Pedro y San Pablo murieron en Roma, el primero en la colina vaticana y el segundo en la vía ostiense.

En 1939 y 1949 sucedieron diferentes excavaciones en el subsuelo de la Basílica de San Pedro, descubriendose un cementerio y en él un sepulcro pequeño bastante anterior a la Iglesia constantiniana, que es hoy la tumba venerada como el sepulcro del apóstol. Como siempre, el Vaticano no deja de ser un enigma.

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