La pasión a los dulces no es nueva, más bien antigua en Sevilla, como así lo aprueba la gran importancia que tuvo el gremio de los confiteros en el siglo XVI, con establecimientos dedicados a la venta y fabricación de dulces de toda clase. Esto movió a los confiteros a nombrar examinadores del gremio y formar ordenanzas, las cuales fueron aprobadas por el rey Felipe III el 20 de Mayo de 1606, constando como que ninguna persona pudiera tener tienda pública ni en secreto sin que haya sido examinada por este oficio, siendo multado y con otras penas a los que no la cumplían.
Las confiterías sevillanas de antaño nada tuvieron que ver con las de hoy, que nos meten los dulces por los ojos en escaparates que hasta entran ganas de comerse el cristal. Pues antes los dulces no se exhibían en el mostrador para excitar el apetito, eran ocultados en tableros, los cuales se sacaban a petición del cliente.
Y como curiosidad diremos, que ser maestro confitero no podía ser cualquiera, como por ejemplo, los esclavos, de quien decían las ordenanzas que no podían ser examinado bajo ningún concepto, alcanzando la Sevilla del XVII una gran fama por muchos de sus grandes confiteros en el buen hacer de sus dulces.
Foto ABC.
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