La clásica y maravillosa Cofradía de la Quinta Angustia tiene sus orígenes en la fusión de otras dos Cofradías: la del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo y Quinta Angustia de María Santísima y la del Dulce Nombre de Jesús, uniéndose en una sola en 1851 por problemas que tenían para seguir por estar solas.
La Cofradía del Descendimiento es de principios del siglo XVI, aprobándose su primera Regla en 1540 en la Iglesia del convento carmelita Casa Grande del Carmen donde residía. En este convento residió varios siglos teniendo Capilla propia y manteniendo una buena relación (cosa rara) con la comunidad de frailes, sacando dos pasos: el primero uno alegórico, qué aparecía un Sol eclipsado y en el segundo el Descendimiento, cuyo frailes carmelitas acompañaban en su procesión a la Cofradía.
Esta cayó en decadencia en el reinado de Carlos III, llegando casi a la extinción hasta que fue levantada o restaurada por hermanos devotos en 1805, viéndose obligada a cambiar de sede con la ocupación francesa. La Cofradía recibió el título de Real en 1818, al ingresar en ella el rey Fernando VII, que acepto ser Hermano Mayor y quedó agregada a la Real de Luz y Vela de la Capilla del Palacio Real de Madrid.
Esta cayó en decadencia en el reinado de Carlos III, llegando casi a la extinción hasta que fue levantada o restaurada por hermanos devotos en 1805, viéndose obligada a cambiar de sede con la ocupación francesa. La Cofradía recibió el título de Real en 1818, al ingresar en ella el rey Fernando VII, que acepto ser Hermano Mayor y quedó agregada a la Real de Luz y Vela de la Capilla del Palacio Real de Madrid.
La otra Cofradía del Dulce Nombre de Jesús fue fundada por el Arzobispo de Sevilla, Cristóbal de Rojas y Sandoval con el nombre de Dulcísimo y Santísimo Nombre de Jesús y Primera Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en la Iglesia parroquial de San Vicente con su Reglas aprobadas en 1574. Cofradía, que con otras de la provincia fueron creadas a instancias del Arzobispo que fomentó la creación de Cofradías con dicha advocación, cuyo fin deberían de ser combatir la costumbre de blasfemar, votar y jurar (hoy esto reina en nuestras Cofradías tela por cofrades que van a servirse de estas), una costumbre que no sorprende hoy casi a nadie.
En 1582, la Cofradía ya poseía una maravillosa imagen del Niño Jesús, obra de Jerónimo Hernández, al que le encargaron también la portentosa imagen del Resucitado, corporación que paso de San Vicente a una Capilla propia en el barrio de los Humeros y de este al Hospital de la Santa Cruz de Jerusalén, pasando en 1587 al convento dominico de San Pablo, época en la que se hizo hermano el gran escultor Martínez Montañés y su esposa de la Cofradía, a la cual regalo una Dolorosa que realizó para la Hermandad de Pasión. Pero al no ponerse de acuerdo en el precio la donó a la del Dulce Nombre diciendo que un Niño de tan aventajado escultor necesitaba una Madre igual.
En 1582, la Cofradía ya poseía una maravillosa imagen del Niño Jesús, obra de Jerónimo Hernández, al que le encargaron también la portentosa imagen del Resucitado, corporación que paso de San Vicente a una Capilla propia en el barrio de los Humeros y de este al Hospital de la Santa Cruz de Jerusalén, pasando en 1587 al convento dominico de San Pablo, época en la que se hizo hermano el gran escultor Martínez Montañés y su esposa de la Cofradía, a la cual regalo una Dolorosa que realizó para la Hermandad de Pasión. Pero al no ponerse de acuerdo en el precio la donó a la del Dulce Nombre diciendo que un Niño de tan aventajado escultor necesitaba una Madre igual.
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