La Semana Santa de Sevilla, encantadora y envenenada a la vez por un mundo cofrade que hace de ella una juerga para divertirse, la que lamentablemente se está confundiendo con un espectáculo callejero con bullas de niñatos peinado a lo Ortega Bru y andando de espalda ante cualquier paso que en la calle se encuentre.
Se está explotando tanto la Semana Santa, que está perdiendo su encantó lentamente, su intimidad y el silencio junto al respeto que casi no existe, adueñándose de ella una masificación que a más de un buen cofrade lo echa para la playa antes de tiempo.
La fama muchas veces no es como se cree buena. Pues el ejemplo lo tenemos en la Semana Santa de esta Sevilla, cada vez más anunciada por todos los medios, esos que atraen aún a más gente y que una gran mayoría no vienen por la Pasión de Cristo, sino por divertirse como en alguna que otra fiesta de cualquier capital española. Esto es lo que hace, que el ver Cofradías por años sea más difícil e infernal por culpa de un sector que no entienden lo que ven, ni sienten y ni mucho menos respetan. Pero vienen como el que va a los Sanfermines, a beber, pasarlo bien y a meter más la pata que otra cosa.
Siempre dije, que la Semana Santa de Sevilla es un paraíso para perderse en ella, buscar Cofradías por sus calles, reflexionar la Pasión de Jesús y sobre todo de esta tierra. Una tierra que se abre a cualquiera con su singular alegría y embrujo. Pero que por querer ser más, más y más, está confundiendo su amada Semana Santa con el turismo cervecero barato que a ella viene solo a pasarlo bien, importándole un carajo el como hay que comportarse en esta soñada Semana Santa, juntándose ese turismo con los muchísimos indeseables sevillanos que también los hay, los que hacen de todo este mundo una verbena al aire libre.
Hoy el paraíso que dije era la Semana Santa ya no es así, es más un infierno lleno de piojosos demonios. Por eso muchas veces no es tan bueno anunciar tanto algo hasta la saciedad, como tampoco lo es el turismo.
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