La grandísima y afamada imaginera Luisa Ignacia Roldán nació en 1652 en Sevilla en una familia de artistas imagineros. Fue su padre el gran Pedro Roldán, importante imaginero perteneciente a la Escuela Barroca Sevillana. Ya desde niña la Roldana, como era conocida empezó a ayudar a su padre, comenzando por ella misma a diseñar y a tallar, no estando esto muy bien visto por aquella época por ser mujer. Demostrando en su carrera que para nada tenía que ver el sexo. Pues superó a grandes conocidos imagineros que jamás le llegaron a superar en la calidad artística de sus obras.
Al casarse con el asistente de su padre, Luis Antonio de los Arcos, se independizó y convirtió en dueña de su propio taller con su marido de ayudante, el que nunca le llegó a su mujer en la calidad de las imágenes y fue todo un pícaro aprovechado. Se especializó tan bien en el barro, que hasta entonces no estaba lo suficientemente cotizado, logrando darle la valía que requería. No consiguió muchos encargos a lo primero de su carrera en Sevilla. Pero con el tiempo, su fama se fue reconociendo, y el Cabildo de Cádiz, en 1686, a la edad de 24 años la contrató, haciendo varias imágenes de Patriarcas, Ángeles y los Santos Patronos San Servando y San Germán.
Nuestra artista se trasladó a Madrid en 1688, la que poco a poco consiguió hacerse un sitio en la Capital. Donde hizo algunos grupos escultórico de barro para sus Palacios, siendo en 1692, cuando consiguió ser nombrada escultora de cámara del último de los Reyes de la Casa de Austria, Carlos II, máximo honor que puede gozar un artista, lo que la hizo hacer imágenes de barro y de madera para Palacios, Iglesias, Conventos, otros monarcas y hasta para el mismísimo Papa, y aunque cueste trabajo de creer, se encontraba en una situación económica penosa por la crisis del momento, un estilo a la de hoy, que seguimos con una crisis tan brutal, que parece ya nuestra Patrona, y no la Inmaculada.
Cuando falleció Carlos II en 1700, llegó a España Felipe de Anjou, quien subió al Trono como Felipe V, el primero de los Borbones españoles. Por este suceso, la Roldana se presentó al nuevo Rey ofreciéndose como Escultora de Cámara, pidiéndole una casa para vivir y alimentos para su familia, concediéndole el Monarca lo solicitado. De sus obras hay muchas repartidas por toda España, y algunas Semana Santas como la de Sevilla tiene varias imágenes atribuida a la genial artista, la que lamentablemente y a pesar de sus grandes obras pasó muchas fatiguitas, una pena cuando ha pasado a la historia y es todo un ejemplo a seguir.
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