La famosa Venta de los Gatos existió desde el siglo XVIII, la cual estaba próxima a la orilla del río Guadalquivir. Un lugar frecuentado por la gente de Sevilla en las tardes de los días de fiestas para merendar, cantar o bailar en donde los chiquillos jugaban por la zona (hoy la gran mayoría de chiquillos están con la Play).
Cuentan que el gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer estuvo en la Venta por el año 1854, el que admirado por la gran belleza de una joven que estaba cantando en un grupo sacó su lápiz y Block y le hizo un retrato de su rostro, que más tarde se lo regalaría al novio de la joven, la que se llamaba Amparo y fue abandonada recien nacida. Siendo acogida por el dueño de la Venta, padre del novio que al hacerse mayores se enamoraron.
A Madrid se marchó Bécquer durante algunos años, y cuando regresó a Sevilla quiso pasar una tarde en la famosa Venta de los Gatos. Pero ya nada era igual para Bécquer cuando entró en la Venta y preguntó al dueño por la muchacha y por su novio, del que fue amigo antes de irse a Madrid. Contándole el dueño, que los dos se iban a casar pero al aparecer dos señores interesados por la joven le preguntaron su edad y fecha de nacimiento en la que fue recogida, y una vez que se dieron a conocer dijeron que la niña había nacido de los amores de una Dama sevillana, la que a pesar de abandonarla siempre la estuvo vigilando y que al cambiar su vida reclamaba a su hija para que se fuera con ella .
Como era de esperar, el dueño de la Venta se opuso. Pero aún así los tribunales devolvieron a Amparo a su madre, que no quería para nada que su hija se casase con su novio de condición humilde. Por eso le cortó al momento sus quedadas para que lo olvidara, lo que hizo que la bella amparo perdiera su alegría y hasta su salud hasta llegar a enfermar de tuberculosis.
El novio de Amparo ante las circunstancias sólo salía a dar sus paseos lleno de melancolía y sufriendo cada vez más por su amor, el que un día presenciando el joven un entierro, al efectuarse la ceremonia abrieron el ataúd para que todos los familiares del difunto se despidieran por última vez, y al acercarse para su asombro vio con gran dolor en su corazón que el cuerpo que se encontraba en el ataúd era el de la bella Amparo, su gran amor, lo que le provocó un desmayo que al despertar había perdido la razón, y no es que es hubiera loco, no, estaba destrozado por culpa de las maldades del ser humano.
Terminó el joven con su padre en una habitación que le preparó en la Venta para no llevarlo a ningún manicomio, lo único que ya hacia era llorar a diario por su gran amor y recordarla cantando alguna canción. Así por desgracia terminan muchos tanto antes como ahora, y siempre por las maldades del ser humano.
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