El poder de cualquier Arzobispo.


Como siempre suelo decir, cualquier alto cargo eclesiástico hace lo que le viene en ganas, y no como dice la letra del Gran Carnaval de Cádiz, lo que diga mi mujer. 

Fue en 1750, cuando el Arzobispo Francisco de Solís Fohl de Cárdona, dispuso que ese año las Cofradías, al salir de la Catedral pasasen por delante de la puerta del Palacio Arzobispal para poder verlas desde su balcón. 

Como verán, más cacique y prepotente no se puede ser. Pero bueno, a lo que íbamos. Esta orden autoritaria y antojadiza del Arzobispo no se sabe si se llevó a efecto en ese año, lo que si se sabe es que en 1751 se colocó un notario apostólico en la puerta de la Catedral para recordar a todas las Cofradías que cumplieran lo del amiguito Arzobispo, que al parecer obedecieron todas menos la Exaltación de Santa Catalina, que salió por el sitio de costumbre. 

Al comprobar el notario lo que estaba sucediendo informó al Arzobispado Solís, el cual insistiendo en su propósito, mando bajo cierta multa que la Hermandad cumpliese lo acordado, la que siguió sin hacer el más mínimo caso, por esto fue excomulgado el Hermano Mayor de la Exaltación don Antonio de Sandoval, conde de la Mejorada, que al notificársele lo que había sucedido paro la Cofradía y acudió en recurso de fuerza ante la Audiencia, quien entendiéndose con el Arzobispo con nombre de (TOMATE) cedió y levantó la censura, lo que hizo seguir a la Hermandad en su Estación de Penitencia como si nada hubiera pasado.

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