Fue después de la Reconquista de Sevilla por el rey Fernando III en 1248, cuando hecha la distribución de la ciudad y expulsados sus antiguos habitantes, siguieron quedando moros y judíos.
Cerca de la Mezquita Mayor vivía un musulmán que antes había conseguido grandísimas riquezas. Pero pérdidas no quiso perder la ciudad donde nació, por lo que descendió a una modesta posición y abrió una posada para dar alojamiento a aquellos de su misma religión.
El moro se llamaba Hach-Elarbi, y le tenía tanto odio a los cristianos, que dicen que se pasaba días enteros meditando planes contra ellos, (un estilo a hoy nuestro pueblo con los políticos). El morito que no era tonto, siempre se mostraba amable con todo el que llegaba, para no levantar sospecha alguna. Pero cierta noche se presentó en el mesón un hombre y se sentó, presentándose al momento el moro para ofrecerle aposento, y mientras cenaba el hombre, el moro le hacía tela de preguntas, un estido a los curas, que si no preguntan no son ellos en fin, que lo acompañó a su aposento y pasadas unas horas Hach-Elarbi se levantó, y viendo por las rendijas de la puerta del huésped reflejos de luz miro y vió que había monedas de oro y plata para hacer rico a cualquier persona.
También se dio cuenta el moro de que el hombre que tenía en su aposento era cristiano por un rosario que llevaba, por lo que entró en la estancia y cogió por el cuello al hombre hasta darle muerte, escondiendo luego el cadáver en una cueva que no fue descubierto hasta años después sin saberse como. Siendo en Febrero del año 1250, cuando Hach-Elarbi sufrió pena de muerte, al cual le pusieron la cabeza ensangrentada en una de las paredes exterior del edificio. Hoy, habría que hacer lo mismo con algunos y algunas, no lo olviden.
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