Aunque parezca mentira, lo que sucedió el 15 de agosto de 1810 sucedió. Y fue que no se celebró con la solemnidad que Sevilla está acostumbrada a la fiesta asuncionista y la procesión de la Virgen de los Reyes, todo por una maldita fiesta política en la mañana tan hermosa del 15 de Agosto, que el Cabildo celebró con pompa una función conmemorativa de la onomástica y del cumpleaños de Napoleón, tal como suena.
La Catedral dio un aparatoso homenaje al invasor, encontrándose en lugar privilegiado el muy ratero del mariscal Soult sentado en la Capilla Mayor. Esto hizo que muchos devotos no acudieran a presenciar tan vomitiva estampa por no poder con tanto falserio e hipocresía, contándose que el canónigo (el cual estaba más comprado que un niño con 50 sobre de estampitas de fútbol por el gobierno intruso) alabó en el Sermón las "ventajas" del nuevo régimen, que para colmo de los colmos al día siguiente se llevó el Soult de los cojones unos cuadros de la Catedral, entre los que se encontraban tres de Murillo.
Una época lamentable en la que se perdieron muchísimas joyas, joyas que deberían de haber sido devuelta a España hace tiempo.
Una época lamentable en la que se perdieron muchísimas joyas, joyas que deberían de haber sido devuelta a España hace tiempo.
Virgen de los Reyes.
Mariscal Soult
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