Para los antiguos egipcios, que eran unos grandes amantes y defensores de los animales, la muerte de sus mascotas era considerada toda una desgracia familiar, (vamos, que si me apuran hasta más sentida que la de algunos familiares que no dan un carajo). Por esto, cuando se moría el perro de la casa, los miembros de la familia se afeitaban la cabeza en señal de duelo, (hoy no nos afeitariamos ni los pelos del culo), y luego procedían a enterrar el perrito con un rito casi igual al que seguía con los humanos.
En el Imperio Antiguo (2700 y 2260 a. C.), falleció Abustin, si, un perro de caza perteneciente al faraón Zoser (2665 a 2645 a. C.). Por lo que ordenó a su visir Imhotep que lo momificara y envolviese en delicado lino, lo depositara en un ataúd bañado en oro y le diera la misma honras fúnebres que a los personajes más nobles de su corte.
Hoy estos perritos, perros o mascotas no corren la misma suerte, siendo una gran mayoría abandonados cuando pasan de ser cachorro a adulto en cualquier paraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario