El rabino supersticioso.


Cuenta una historia de rabinos, que uno de ellos vivía en una casa comunal con su patio, para que lo entiendan como un corral de vecinos. 

Por lo visto el rabino practicaba con su mujer sexo en Sábado, como se aconsejaba. Pero como el rabino era más supersticioso que un andaluz, crería que el acto conyugal era aprovechado por los demonios para posicionarse del cuerpo de las mujeres introduciéndose en ella por medio de la abertura natural, por esto cada vez que llegaba el día hacía sonar fuerte por toda la casa un cencerro de metal, del que dicen que el metal y su teñido ahuyentaban a los diablos (menos a nuestros políticos españoles).  

Cuando el ruido se producía provocado por el rabino comentaban los vecinos; ya está disponiéndose a acostarse con su mujer. De esta historia debería de aprender más de un cristiano, tal como suena, igual que el rabino, que no se avergonzaba para nada en tener sexo con su mujer y encima pregonándolo con el cencerro que daba un cantazo, cosa imposible de imaginar en algún que otro cristiano que pondría el grito en el cielo y no en el del orgasmo de su mujer.

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