Los pobres, que palabra más triste y sin ironía tan pobre.
Los pobres, de los que solo se habla en campañas electorales o en aburridas homilías que dejan dormido al más despierto.
Los pobres, los que ni tienen voz ni voto porque de su misma pobreza a nada ya atinan, y diciendo la verdad, pocos son los que escuchan sus problemas. Pero van a Misa de Domingo y alguna que otra vez hasta una limosna al de la puerta dan, para no quedar bien con el pobre, para nada, sino para estar bien con Dios y ante las miradas hipócritas que ven como le da la limosna.
Los pobres, ¡ay, Dios mío! Esos pobrecitos, que tan pobres son, que solo tienen dos armas en esta puta vida y que no se la podrán quitar nunca: La Paciencia y la Esperanza.
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