Un Matusalén sevillano.


El Matusalén sevillano fue Juan Ramírez Bustamante, quien nació en una familia hidalga en 1556 y murió nada más y nada menos que a los 121 años de edad, yo firmaba ya. Hombre muy aventurero casi a lo Indiana Jones, que llevó a cabo muchísimos viajes de ida y vuelta al Nuevo Mundo, enfrentándose a grandes tempestades y a piratas ( esos que aún hoy siguen pero en la política ).

Dominó nuestro Matusalén sevillano siete lenguas de Indias, y a los cuarenta años de edad se retiró a Sevilla, obteniendo el título de piloto mayor de la Carrera de Indias que le permitía estar seis meses en tierra por cada uno de navegación, aquí también un servicio firmaría.

 A nuestro Matusalén le gustó bastante las mujeres. Pues se llegó a casar en varias ocasiones llegando a tener más de cuarenta hijos legítimos y otros muchos bastardos  ilegítimos.

En la Capilla Sacramental de San Lorenzo se encuentra enterrado Juan Ramírez Bustamante.


A la edad de sesenta años, Bustamante abandona el mar y se dedica a la enseñanza de Matemáticas y Astronomía en la Universal de Mareantes. Para más tarde dejada la enseña dedicarse a confeccionar dibujos topográficos y a las lecturas de los Santos Padres de nuestra Iglesia, siendo a partir de estas lecturas cuando estudia la Carrera de sacerdote acabándola a la friolera edad de 99 años, casi ná.

Y por increíble que parezca, al día siguiente de su ordenación visitó Bustamante al Arzobispo para solicitarle destino. El Arzobispo extrañado por la edad del Matusalén no cedió, por lo que Bustamante siguió insistiendo y escribió una carta al mismísimo rey Felipe IV, el que quedando tan asombrado por su trayectoria obligó al arzobispo para que hiciera caso a Bustamante. Una vez arreglado el problema, el Matusalén pidió como destino la Iglesia de San Lorenzo, donde ejerció como sacerdote veintidós años, tambie aquí firmaría un servidor.

Dicen que murió de la forma más rara, o mejor dicho tonta; cuando cruzaba una  calle por una pasarela, sus peldaños cedieron por el peso de Bustamsnte, hombre de una grandísima corpulencia cayendo de tal forma que se desnucó, ¿si no quién sabe si todavía hoy  estaría entre nosotros?.

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