Llego Lord Byron a Sevilla en 1809, procedente de Lisboa a caballo (menos mal que no le dio por hacer el camino andando), una época en la que se encontraba nuestra nación en guerra con la Francia del amiguito Napoleón y en verano, y cuando se marchó de Sevilla una reliquia con él se llevó. Reliquia, que cuando contemos lo sucedido se darán cuenta que lo era por lo importante que en ese tiempo al igual que en este era lo que le regalaron a Lord Byron.
Se instaló Byron con su séquito en la calle Cruces de la capital en una casa de huéspedes que pertenecía a dos hermanas, Josefa Beltrán y Teresa Beltrán, dueña de esta y otras más. Josefa Beltrán era la hermana mayor y novia de un oficial del ejército español, pero nada supuso para quedar al momento enamorada del Galán Lord Byron, importándole tan poquísimo el novio que le dijo que la visitará en su habitación y no precisamente para hablar, sino para echar un buen polvo.
Pero aunque no se lo crean, Lord Byron no la visitó en su habitación (si hubiera dado con otro ni os cuento).
Al día siguiente de que Josefa Beltrán le dijera al poeta que la visitara en su habitación y esperarlo sin aparecer, se dirigió a Byron y le demostró que estaba loca por él, ¿y como se lo demostró? Pues cortándose una larga trenza de su pelo y entregándosela en mano.
Sorprendido Byron por el gesto de la sevillana y casi sin creérselo, más que nada por lo preciado que es pelo para una mujer (vamos que si es hoy le da una peluca de carnaval por no perder su pelo), mando la trenza desde Sevilla a Londres con uno de los criados y pidió a su madre, que la guardara con mucho cuidado en su casa para cuando regresara a Inglaterra tenerla como algo muy especial, una RELIQUIA.
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