El Cristo de los Calices.


Dentro de la gran catedral sevillana se encuentran infinidades de obras maestras, entre las que cabe destacar un Crucificado con la advocación de Cristo de la Clemencia, más conocido por el de los Cálices, obra del jiennense escultor Juan  Martínez Montañés, que está en la capilla del lado de la Epístola. 

Fue el Arcediano de Carmona Mateo Vázquez de Leca, quien  encargo en el año 1603 la imagen de un Crucificado que tuviera su mirada de misericordia, compasión y perdón hacia todo aquel que se pusiera ante él para rezar. Esta imagen la contrató Vázquez de Leca para colocarla en un altar de la capilla privada que tenía en su casa de la collación de San Nicolás, quien llevó una vida silenciosa  y llena de escándalos, del que dice la leyenda, que se convirtió milagrosamente en 1602, después de asistir a una procesión del Corpus, que fue cuando le quitó a una mujer el manto que cubría su rostro delante de la Capilla de la Virgen de los Reyes y se encontró con la sorpresa de que era un esqueleto, es entonces cuando se confesó ante un sacerdote y su vida dio un cambio radical, dedicándose a la oración y a la contemplación.

El Cristo de los cálices fue llevado el 24 de septiembre de 1614 desde la casa del Arcediano a la Cartuja, según donación efectuada por él mismo y de allí a la Sacristía de los Cálices de la Catedral. Siendo este Cristo según grandes historiadores una de las representaciones más perfecta por su equilibrio y anatomía de toda Sevilla y el arte cristiano.

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